Literup os trae una nueva crítica creativa (si desconoces qué diferencias hay con una reseña, este artículo es para ti).
Todos hemos sentido ese deseo irrefrenable de matar a alguien en algún momento de nuestras vidas, de actuar como justicieros ante los abusos o la violencia. Pero, ¿y si pudiéramos hacerlo? ¿Y si tuviéramos las herramientas necesarias? Hay alguien que las tiene. Esperemos que no estés entre sus objetivos. Descubre más en En el punto de mira.
Realizamos el sorteo de un ejemplar desde el miércoles 5 de julio hasta el miércoles 12 de julio en nuestra página de Facebook.
Como en otras ocasiones, os recordamos que estas críticas se disfrutan más si se ha leído el libro o se está haciendo lectura simultánea, para poder entender todos los elementos que aquí se explican con el texto delante. Hay un enlace a Amazon para comprar el libro al final del artículo.
Empezaremos con una breve sinopsis:
Un francotirador al que llaman el Fantasma ha acabado con la vida de un importante magnate londinense. El inspector al cargo, Daniel Ryman, se tomará el caso como algo personal y tratará de llegar hasta el final. Pero el asesino está más cerca de lo que cree.
Kathleen, por su parte, aprendió a disparar con precisión siendo solo una niña. Sabe que unos merecen vivir y otros en cambio merecen la muerte, y ella puede impartir justicia. Pero el inspector Ryman se cruzará en su vida poniendo patas arribas milimétrico plan.
Arantxa Rufo nació en Madrid en 1979, pero su infancia transcurrió en Santa Cruz de Tenerife. Estudió Ingeniería de sonido, y lleva quince años trabajando en el sector de la informática. Algo que, como bien dice ella, se refleja claramente en el libro. Aunque tiene algunas más desarrollándose en el cajón, En el punto de mira es su primera novela publicada.
Los pros
Un principio que atrapa
El prólogo está escrito en presente y en segunda persona. Este recurso crea un efecto hipnotizante y consigue que el lector se identifique con la víctima. De esta forma se acentúa el dramatismo de la escena.
«Esto no puede ser real. Tienes frío. Ilia sigue presionándote en el muslo mientras Aleksandr te grita algo que ni siquiera escuchas. Estás agotado. Cierras los ojos. Notas que alguien te zarandea con violencia y los vuelves a abrir para mirar a tu guardaespaldas. Decides que como no se esté quieto lo vas a despedir», página 6.
Como novela policíaca necesita un cuerpo, a ser posible uno importante, con dinero, totalmente desangrado en plena calle. La impotencia, el desconcierto y el caos son emociones que nos ponen los nervios a flor de piel.
Un crimen en directo casi imposible de llevar a cabo por sus condiciones ya nos dice que el asesino, en este caso asesina, va a ser un hueso duro de roer.
Bien escrita
En el punto de mira es un libro bien escrito. Se nota que la autora ha cuidado al máximo los detalles a la hora de ajustar el formato. Tampoco hay faltas ortográficas más allá de algunos fallos de puntuación, en concreto con los dos puntos.
El lenguaje es dinámico y fácil de leer, y a pesar de tratar temas informáticos y policiales no hay nada que un lector sin esos conocimientos no pueda entender, lo hace perfectamente accesible.
Buen ritmo de la trama
Llama la atención la forma de encajar las piezas y alternar los capítulos con los diferentes puntos de vista de los protagonistas. En el punto de mira ofrece la visión completa de una historia que se compone como un puzle.
La autora consigue un baile muy interesante entre los personajes y los sucesos, algo que engancha desde la primera hasta la última palabra.
«Cortó la llamada. No necesitaba saber más. Unos minutos, tan solo con que hubieran llegado unos minutos antes, Yates estaría vivo y Kathleen estaría detenida (…). Un grito de furia resonó en lo más profundo de sus pulmones y ascendió por la garganta hasta estallarle en la boca.
Inspira… espira… inspira… espira… Kathleen oyó el grito de Daniel. Sintió su rabia, su odio, y supo que se acababa de enterar de lo de Yates», página 450.
La manera de situar al lector en este ir y venir de puntos de vista la consigue con el título de cada capítulo, en el que ubica de forma escueta y milimétrica el día, la hora y el lugar de los hechos, casi como al comienzo de una escena cinematográfica o teatral.
«Viernes, 20 de mayo – 16:14 h. TYD Square. Londres», página 2.
Un escenario perfecto
Nada mejor que una gran ciudad para jugar al gato y al ratón. Cámaras de seguridad, grandes edificios y hackers se interponen, a veces, o juegan a favor, en otras ocasiones, de los protagonistas y sus objetivos.
La cosmopolis en cuestión es Londres, y se ven involucrados muchos de sus barrios, como Mayfair o el Soho. Se podría decir que la autora tiene un buen control de la ciudad y nos hace pasear por ella con maestría.
Solo la plaza donde comienza la historia es un escenario ficticio: la Plaza TYD, que pertenece al gran magnate asesinado, y donde no tan casualmente acaba muriendo. La autora no tiene miedo por tanto de introducir algunos elementos ficticios según convenga a la historia.
Además se detiene en los paisajes, describiéndolos con delicadeza y casi pintándolos ella misma. Este ejemplo bien podría encarnar parte de una obra de Monet:
«Amanecía, la niebla húmeda el Támesis se derramaba entre las calles. Los colores de un cielo sin nubes se desenfocaban bajo una sábana traslúcida. A su espalda, el azul tomaba forma cada vez más brillante. Frente a ella, la última franja negra se aferraba a la existencia antes de disolverse en rojo», página 219.
Riqueza de recursos
La autora emplea diferentes recursos que permiten crear una atmósfera más envolvente o dar pistas sobre algo en concreto. Hablábamos antes del uso de la segunda persona, por ejemplo. O la utilización de diferentes canciones o bandas para mostrar las emociones de los personajes:
«Subió al coche, conectó el móvil a la radio y seleccionó entre su colección de música online un disco de Rammstein, algo cañero que la ayudara a liberar la tensión», página 10.
Los contras
Cuidado con las casualidades
Jugar en los límites puede llevar a romper el pacto ficcional entre el autor y el lector y echar por tierra todo el castillo de naipes. El abuso de las casualidades precisamente es un elemento con el que uno debe tener cuidado a la hora de intentar respetar este pacto.
La autora de En el punto de mira se arriesga con una importante coincidencia en su premisa: Una asesina a sueldo que se enamora de un hombre que, casualmente, resulta ser el inspector del caso.
Y encontramos más casualidades, que incluso ayudan al inspector a atar cabos, y que de nuevo pueden dar la sensación de ser excesivas, aunque sin las cuales, obviamente, no tendríamos esta historia.
Nos referimos por ejemplo a Frank Parker. De todos los francotiradores del mundo, sus compañeros nombran precisamente a Parker, que resulta estar personalmente vinculado con Kathleen, la protagonista. Esta pista resulta ser decisiva para la resolución del caso.
Personajes algo estereotipados
El policía divorciado que vive para trabajar, el informático retraído en sus máquinas, el magnate con las manos sucias, la pelirroja peligrosa… Si definimos a los personajes con una par de palabras, no salen más que tópicos.
Aunque la autora hace que de una forma u otra conectes bien con ellos, se echa en falta algo más de personalidad en los personajes. Darles una vuelta y hacerlos diferentes. Mostrarnos personajes que no suenen a otros que ya hemos conocido antes, por muy difícil que sea.
Por poner un ejemplo, que Jason el informático fuera un poquito más como Veyron el traficante de armas. O que el inspector Ryman se tomase las cosas menos en serio.
Demasiado largo
La extensión de En el punto de mira es demasiado larga. El inicio y el desenlace son muy dinámicos y van al grano, pero durante el nudo la autora se entretiene demasiado. Se podría recortar para hacer la lectura más amena.
La novela policíaca se pierde en una romántica de acción
Los procesos policiales están bien plasmados, se percibe un buen trabajo de documentación. Sin embargo, la investigación en sí se hace algo simple y lineal, con solo un par de sospechosos, y parece que la autora se pierde más, quizá de manera voluntaria, en la complicada relación entre los protagonistas y en escenas cargadas de adrenalina.
En el punto de mira se aleja de una historia policíaca clásica y se encuadra más bien en un género de romance y acción.
El final es bueno, pero no llega a sorprender
Aunque el ritmo es impecable durante la recta final, queda la sensación de que el desenlace es exactamente lo que se espera, y de que el propio lector podría haber escrito ese final.
Mi PoV
Encuentro En el punto de mira algo encorsetada, muy medida y con un peso demasiado acentuado en los detalles. Todo esto se perdona por tratarse de una novela con tintes policiales, pero se echa de menos algún contrapunto, algo más flexible o incluso surrealista.
Se hace pesada en algunas ocasiones la cadencia lenta y detallada, incluso en las escenas de acción. Aun así es cierto que no pude levantar la vista del libro, sobre todo en los últimos capítulos.
En definitiva, puedo decir que me ha parecido interesante leer En el punto de mira, que lo he hecho en solo cuatro días y que volvería a hacerlo. Recomendaría este libro para una lectura muy entretenida y casi adictiva. Abstenerse quizá los amantes del género negro más puro, ya que aquí no van a encontrar lo que buscan.
Nuestra pregunta
¿Creéis que es bueno enfocarse en un solo género literario o dejar que el desarrollo de la novela vaya marcando su propio mix de géneros?
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