Literup os trae una nueva crítica creativa (si desconoces qué diferencias hay con una reseña, este artículo es para ti).
La crítica creativa que os traemos hoy aborda una novela que trata problemas actuales que necesitan de una importante reflexión por parte de todos. Así que, sin más dilación, les presento: Viaje al centro de mis mujeres.
Realizamos el sorteo de un ejemplar desde el sábado 2 de julio hasta el sábado 9 de julio en nuestra página de Facebook.
Como en otras ocasiones, os recordamos que estas críticas se disfrutan más si se ha leído el libro o se está haciendo lectura simultánea, para poder entender todos los elementos que aquí se explican con el texto delante. Hay un enlace a Amazon para comprar el libro al final del artículo.
Empezaremos con una breve sinopsis:
Lola, una banquera que desde siempre ha vivido oculta detrás de las decisiones de los demás, sin querer decepcionar nunca a nadie, se ve sobrepasada cuando un hombre se suicida porque su banco lo va a desahuciar.
Este suceso hace que se replantee todo lo que ha hecho y no ha hecho en su vida y decide viajar a Portugal. Junto a su prima Sara, huirá de los sentimientos negativos que la corroen y se buscará a sí misma.
Alicia Domínguez Pérez nació en Madrid en el año 1966. Es doctora en Historia por la Universidad de Cádiz, ciudad en la que vive. Alicia se define como bancaria y sindicalista. Pero también es poeta y escritora. Otros libros suyos son: «El Verano que trajo un largo Invierno» (Quorum Editores, 2005) y dos libros colectivos: «102 razones para recordar a Salvochea» (Asociación de amigos de F.S., 2009) y «65 Salvocheas» (Quorum Editores, 2011).
Los pros
Las mujeres
El prólogo, que no forma parte de la historia como suele ser habitual hoy día, lo escribe otra persona, cercana a la autora. En él se nos dice que la pasión y el erotismo de las típicas novelas de mujeres está controlado dentro de unos límites beneficiosos para el buen desarrollo de la trama.
Tras su lectura, hemos comprobado que es cierto: dicha pasión y erotismo no son banales ni rellenan la acción solo por entretenimiento o deleite del lector, sino que funcionan como un engranaje perfectamente calculado dentro de la evolución tanto de la protagonista como de la narración en sí.
El discurso que se desarrolla a lo largo de la novela nace de una gran verdad, que se refleja perfectamente en el siguiente fragmento:
«Esos encuentros, en los que compartíamos nuestras experiencias, angustias, e ilusiones, nos daban un respiro en la agitada existencia de mujeres multitarea —ejecutivas, madres, esposas, hijas—, que alguien nos había convencido que era posible llevar sin despeinarse ni perder la compostura. Aunque en ello se nos fuera la vida», página 23.
Las protagonistas de esta historia se rebelan contra este mandato social y se encuentran con multitud de problemas. Intentan encontrarse a sí mismas huyendo de esta máxima. Y lo más importante es que lo consiguen.
La autenticidad
Cuando Lola habla de Lisboa, o de cualquier otro pueblo portugués, nos transporta allí con una gracia y una capacidad insólitas. Aunque es verdad que a veces el discurso descriptivo de la protagonista es demasiado extenso y literario, hace la función del narrador, y no molesta en exceso.
Es más, Lola y Sara recuerdan en muchas ocasiones a la dupla de Don Quijote y Sancho Panza, pues Lola, como el Quijote, habla y habla de las maravillas que ve y opina sobre uno u otro tema, mientras Sara escucha y le da pie a continuar, como hacía el bueno de Sancho.
Sin embargo, esta función en ambos personajes se intercambia de vez en cuando y, al hacer referencia a temas o situaciones que Sara conoce mejor, es esta la que desempeña el papel del orador, y Lola, la protagonista, pasa a la escucha activa junto con el lector.
«Hay dos formas de enfrentar la vida: de cara o de culo. Personalmente, prefiero que me partan la cara», página 144, dice Sara.
Leer la novela a la vez que miras un mapa o buscas las referencias que describen, como, por ejemplo, la fotografía Migrant mother, que nombran en la página 60, hace de la lectura algo mucho más cercano, y te identificas con la realidad de lo que se te está contando.
Las expresiones o frases hechas que dicen las protagonistas y los distintos personajes no dan la sensación de que el estilo esté poco cuidado, sino todo lo contrario, pues nos sacan una sonrisa y nos recuerdan que estamos leyendo la historia de dos mujeres normales y corrientes, auténticas.
«A nadie le duele el chichón en cabeza ajena», página 60.
Los temas
Es inevitable hablar de la pareja homosexual que Lola y Sara conocen en su viaje. Padres de dos niños indios, no son un atractivo morboso ni estereotipado, como ocurre muchas veces hoy en día, sino que son una representación fiel de la actualidad cultural.
Ni siquiera debería ser importante mencionar su existencia más allá de lo que aportan a la trama: la reflexión de Lola respecto a su propia maternidad y a su propio deseo sexual, dormido desde hace mucho.
El mensaje
Durante el viaje en el que nos enrolan Lola y su prima Sara nos vemos envueltos en situaciones y conversaciones que nos hacen reflexionar sobre la práctica totalidad de temas importantes.
Temas que también podemos abordar en nuestras propias conversaciones cotidianas, con amigos y seres queridos: la sexualidad, la vida y la muerte, la sociedad en la que vivimos, el trato a las mujeres o los deseos del futuro, así como los arrepentimientos o las historias del pasado que nos han hecho como somos.
Aunque a veces pueda rayar lo moralizante, lo auténtico y lo cotidiano de la situación que viven nuestras protagonistas frena un poco este pensamiento.
También, que, aunque se posicionen, nos ofrezcan la visión de lo que pasa desde todas las perspectivas (con la crisis, del lado tanto de los afectados como de los banqueros) ayuda a no ver el mensaje como algo que nos quieran inculcar si no como algo de lo que no podemos escapar, aunque queramos, pues estamos vivos en este mundo y debemos interactuar con él.
La autoayuda
No es un libro de autoayuda, pero tiene rasgos del género y, sin duda, muchas de sus afirmaciones dan que pensar:
«A lo mejor tienes que cambiar de camino en lugar de apartar una y otra vez las piedras que te encuentras por el que te empeñas en transitar», página 84. Estas afirmaciones, sin embargo, aparecen de pasada, sin que apenas nos demos cuenta, y eso es algo positivo: «No te puedes hacer una idea de lo necesitada que está la gente de ser escuchada», página 100.
La cruda realidad de la que hace gala el texto lo hace más cercano y esto llama la atención del lector, haciendo que se identifique con los personajes y lo que les pasa, lejos de la pomposidad y el artificio de los múltiples protagonistas que pueblan la mayoría de los superventas actuales.
«Me desperté en mitad de la madrugada urgida por una necesidad imperiosa de mear» (Lola, la protagonista, después de haberse masturbado), página 104.
Los contra
El inicio
El primer párrafo en el que se nos muestra a la protagonista resulta ser demasiado premonitorio:
«(…) me hizo intuir que ese día no iba a ser uno de esos infectados de rutina que venía arrastrando últimamente. No, ese martes no sería uno de esos. Ese martes […] algo similar a un meteorito impactaría contra mi vida», página 12.
Aún no conocemos al personaje, ni siquiera sabemos su nombre y, por supuesto, no conocemos su rutina previa. No hemos tenido la posibilidad de empatizar con ella todavía, por lo que no nos importa lo que le pasa en este momento ni lo que podría cambiarle la vida.
A continuación, Lola, la protagonista, y José, su jefe, entablan varios diálogos a lo largo de la jornada que no son más que una mera excusa para dar una información que los lectores consideran innecesaria, pues, de momento, no están inmersos en la historia y lo que se cuenta no afecta directamente a Lola.
Luego veremos que sí le afecta, y mucho, pero la sensación primera ya no nos la quita nadie, ya que lo que cuentan son cosas que han dicho otros:
«Lo escuché esta mañana en la radio (…) Ya nos adelantó algo el director de recursos humanos», página 12.
Por último, cuando Sara aparece por primera vez, su lenguaje y su comportamiento corresponden a los de una adolescente. Así que cuando dice: «ya tengo veintisiete años», en la página 35, sorprende un poco, pues su discurso no cuadra con su edad.
Por suerte, esto también se soluciona a medida que avanza la acción.
La moraleja
Como apunte, debo decir que en el prólogo se advierte de que la novela no tiene mensaje o moraleja. Pero eso no es cierto. El texto está plagado de situaciones que nos invitan a la reflexión. Esto es bueno, pero a veces la intención se ve de una manera demasiado clara:
«Nadie le obligó a hipotecarse. Nadie, ¿me oyes? ¿Y ahora somos nosotros los malvados por quitarles unas casas que no pagan? ¡Venga ya! Ni tú ni yo, a pesar de ganar un buen sueldo, nos hemos dejado arrastrar por la alegría consumista», página 14.
El estilo
El estilo de la autora no es realmente un contra de la novela. Pero, al principio, cuando todavía no se ha ganado la confianza del lector, utiliza un lenguaje lleno de metáforas descriptivas. También campan las referencias culturales o populares, que no todos tienen por qué conocer, y esto es arriesgado.
Conforme avanza la historia comprobamos que no abusa de estos recursos. Las veces que los utiliza son un acierto. Nos hace vivir la experiencia como si estuviéramos allí con ellas. Pero bien podría haber sido perjudicial sin este control tan cuidado, y quería que se tuviera en cuenta este hecho.
Algunos ejemplos son:
«Entró en casa con el mismo ímpetu que el temporal de Levante por el estrecho de Gibraltar», página 23.
«Una nostalgia dulce, como de arroz con leche cociéndose a fuego lento», página 27.
«Casi más complicado que resolver el enigma de los subespacios invariantes en espacios de Hilbert», página 42.
O «Hypnos me llevó a morar durante más de diez horas a su oscuro y confortable refugio», página 76. Es la referencia más confusa e innecesaria, que saca completamente de la lectura.
En algunos momentos las intervenciones son largas, como, por ejemplo, el discurso de Adao, un anciano de 102 años. Esto provoca la sensación de que la autora ha hecho copia-pega de su propio pensamiento, de alguna leyenda o de un hecho histórico.
La voz de los personajes
En estas ocasiones los personajes pierden su propia voz, su propio lenguaje. Los lectores pueden incluso pasar por alto dicho párrafo.
Dice Adao: «Carlinho Fuente era un joven idealista y valiente. Ingresó en la Guardia Nacional Republicana con apenas diecisiete años para servir a sus conciudadanos honrada y bravamente. Incapaz de soportar la brutal represión que la PIDE llevó a cabo…», página 48.
También hay alguna que otra personificación innecesaria que saca de la novela:
«Estábamos tan cansadas que incluso el estómago de Sara declinó la invitación de salir de casa», página 76.
Errores ortotipográficos
La novela muestra tan pocos errores de puntuación que los que aparecen aquí representados son prácticamente todos los que hay:
- «Los rayos de sol, que entraba por el balcón del salón», página 18. Es un error de concordancia.
- «Ayudadme, por favor», página 19. El pensamiento directo no va en cursiva, sino entrecomillado (comillas latinas o españolas).
- «Con idea de seguir el consejo que me dio el terapeuta […]: escriba, escriba todo lo que […], cogí una libreta», página 30. Las citas directas no van en cursiva, sino entrecomilladas (comillas latinas o españolas).
- «a cuesta», página 90. Lo correcto sería decir: «a cuestas».
- «Me encantaba ver a Sara atenta a todo cuando sucedía en ese microcosmos», página 105. Lo correcto sería decir «cuanto», no «cuando».
En los diálogos aparecen algunos errores, también:
- «(…) por no dejarte sola —su fingida contrariedad…», página 38. Los verbos no dicendi van en mayúscula tras un punto: «(…) por no dejarte sola. —Su fingida contrariedad…». (Además, en esta página y en las páginas 42 y 43 se repite la palabra «contrariedad» muy a menudo).
- «(…) es de las caras —ahora fue él quien…», página 46. «(…) es de las caras. —Ahora fue él quien…».
- En la página 109 sobra una raya que confunde, pues nos hace creer que un párrafo es la intervención de un diálogo cuando no lo es: «—A nuestro paso, la decadencia de Lisboa, provocada con toda seguridad por…».
- « (…) te preocupes o no —tenía razón», página 134. «(…) te preocupes o no. —Tenía razón».
Mi PoV
La novela es una lección de vida y de despreocupación necesaria, de desanclarte de la sociedad cuando ella te intoxica. La felicidad es diferente para cada uno, y decir a alguien donde tiene que buscarla, como hace el mundo en el que vivimos, es perjudicial. Viaje al centro de mis mujeres es un claro ejemplo y, además, una invitación a que todos sigamos los pasos de Lola.
La esencia del texto se recoge muy bien en este fragmento: «Una madre tirando de un par de niños que la seguían con gesto contrariado; un limpiabotas sentado en un pequeño banco junto a una vieja caja de madera […]; un adolescente parado frente a una tienda de juguetes […]; un par de jóvenes abrazados apretando el paso y resguardándose mutuamente del frío», página 185.
Es, en definitiva, la vida; tan bonita como tú quieras verla. Esto es lo que transmite Viaje al centro de mis mujeres. Una lectura de paz, íntima, pero para todo el mundo, sea mujer o no, y tenga el gusto literario que tenga.
Nuestra pregunta
¿Hasta qué punto te dejas influenciar por los demás, incluyendo novelas?
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