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Rocío Molina

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Pongámonos a prueba y veamos hasta dónde sabemos sobre el concepto de agente literario. Si la primera imagen que os evoca esta figura es la de un ser casi divino dotado con anteojos (resulta todavía más severo) y aspecto distante, tenemos importantes motivos para seguir leyendo. Al final del artículo espero que esa imagen haya cambiado y controléis todos los mecanismos que rodean a este tipo de intermediarios.

El primer paso para ofrecer una visión auténtica de lo que es un agente literario nos lo da el propio contexto. Se sitúa como el mediador entre el escritor y las editoriales. Su función empieza con la necesidad del escritor por ver reconocido su trabajo. Aquí es donde el agente literario entra en acción para poner en el mercado las obras de sus representados y lograr con ello el mayor beneficio posible.

Los correctores automáticos nos han librado en más de una ocasión de los bien llamados patinazos ortográficos. Echarles la culpa es una buena forma de salvar nuestras carencias en un momento dado. Eso se ha convertido ya en todo un clásico al que hay que añadir las prisas con las que nos movemos diariamente.

Estamos de acuerdo en que estos dos factores no nos hacen ningún favor, pero la realidad es que los fallos de ortografía están ahí por todas partes. Su razón reside en el puro desconocimiento y algunos de tanto repetirse hemos terminado interiorizado como correctos.

Muchos escritores lo tendrán claro desde el principio. Junto con la trama de su historia también les acompañará un nombre para la obra. Esto les servirá de punto de partida. Ellos serán de los privilegiados que cuenten desde el origen con una guía porque, por lo general, escoger el título para una novela es una de las partes más complicadas.

Le podemos dar muchas vueltas y seguro que dudaremos entre la búsqueda del impacto o de lo emocionante. El título en sí mismo será ya una clave interpretativa, tal como definió Umberto Eco en su explicación para la decisión tomada en El nombre de la rosa. Su elección se debió a que la rosa es una figura simbólica llena de significados. Para él representaba al laberinto que escondía el tesoro de los libros.

Irremediablemente el oficio y pasión por escribir necesitan mucho tiempo para poder obtener resultados y más si estos se traducen en un objetivo de ventas. Para la mayor parte de los mortales el problema se encuentra en conciliar la rutina agotadora con una actividad que requiere paciencia, documentación y altas dosis de imaginación.

Aunque el principal factor para ganar puntos en la tarea de escribir con creatividad sea hacerle el hueco necesario, también podemos poner en práctica algunos trucos simples y lógicos que animarán a las musas a pasarse y quedarse más tiempo en nuestra cabeza.

La crítica forma parte de nuestra vida y la respuesta que tenemos por lo general ante ella es negativa. Su objetivo es nuestra mejora, pero de primeras nos puede llegar a sentar bastante mal. No es mi intención trabajar un artículo de autoayuda, pero sí en una crítica a tiempo para mejorar. No hace falta que lo neguemos porque eso sería faltar a la verdad y rechazar una sensación universal. Todos en algún momento…

Juguemos a ser dioses, recreemos mundos inventados y personajes a nuestra medida. Busquemos escenarios, sorpresas y emociones. Mezclemos todo bajo una trama y hagamos una historia que podamos firmar. Pero todo ello siempre con un hilo conductor y mucha coherencia.

Ser escritor es ser creador, un pequeño dios en potencia que da vida y emociones a personajes que han salido de la mezcla explosiva entre cabeza y corazón. Su responsabilidad entonces es elevada. Porque logra atrapar a los lectores, jugar con ellos, darles mil vueltas hasta llegar a un sabor amargo o dulce al final.