Después de esta prueba de Inventízate, en la que pedíamos como requisito técnico escribir acotaciones con verbos no dicendi, hemos encontrado algunos errores en diálogos que se repiten en la mayoría de relatos.

Así que si puntuar diálogos no es suficiente pesadilla, su contenido también puede traernos de cabeza.

Errores en diálogos que nos traen de cabeza

Errores en diálogos que debemos evitar

En muchos relatos y novelas llega un punto en el que damos voz a nuestros personajes. Ya de por sí no es fácil saber cómo puntuar esas intervenciones. ¿Es lo mismo el guion y la raya? ¿Por qué se pone punto antes de algunas acotaciones y en otras no?

Estas dudas las respondimos anteriormente, pero vemos que aún sigue sin ser un tema sencillo. Por eso os traemos 9 errores en diálogos que torturan a todo escritor.

 

El de “no sé quién está hablando”

Es muy habitual que, quizá por miedo a hacerlo mal, nos quedemos cortos de acotaciones. Así lo que se provoca es que el lector no sepa quién habla, sobre todo si hay varios personajes. En este caso yo suelo aplicar la regla del tres: cada tres diálogos, una acotación.

Esto resulta útil si hay dos involucrados. Si hay más, habrá que buscar maneras creativas de indicar quién habla. Lo mejor es apoyarse en el narrador, tanto en forma de acotaciones como en narración. No hace falta indicarlo en cada intervención porque visualmente satura al lector. 

Recuerda también (aunque resulte obvio) que si en la acotación te refieres a otro personaje que no sea el que habla puede confundir al lector. Tampoco uses los nombres de los personajes continuamente, sino sinónimos, como verás en el ejemplo siguiente.

—¿Por qué habláis mi idioma? —pregunté, sintiéndome en ese instante el hombre más listo de la nave (y quizá lo fuera, visto el percal).

—Nos encanta la Tierra…

—Nos encantaba la Tierra —apuntó el de los bigotes mejor cuidados.

—Exacto —confirmó mi interlocutor—. Cuando supimos que tendríamos que destruirla en algún momento del espacio-tiempo comenzamos a vigilaros.

‘Viajar en el tiempo es fácil… ¡si sabes cómo!’

El de “todos hablan igual”

Conseguir que tus personajes tengan una voz única es muy muy complicado. Es esencial que hablen acorde a su edad, estatus, etc. Pero lo más importante es que el lector no sienta que todos hablan de manera muy similar.

La longitud de las frases, el uso de muletillas, expresiones propias o el registro son herramientas que te permitirán diferenciar el habla de tus personajes.

Fíjate que a continuación uno de los personajes deja las frases en suspensión como recurso para conseguir esa voz única.

—Conocéis mi nombre… —Parece extrañado y nos mira con curiosidad.

—Venimos de parte de Lucía. —Consigo superar el impacto inicial—. Buscamos a alguien y tal vez podrías ayudarnos.

—Lucía… —Se da unos golpecitos con el índice en la barbilla—. Ah, sí, la recuerdo. Una historia muy especial la trajo hasta mí. ¿A quién buscáis vosotros?

‘Cuando recupere la esperanza’

El de las distracciones

Si en medio de un diálogo el narrador se cuela en exceso, el lector pierde el hilo de la conversación. Debes tener claro que cuando narres, hablen o haya acción solo deben hacer eso. Si hablan, luchan y narras, todo a la vez, se crea un popurrí.

No interrumpas los diálogos con intervenciones del narrador muy largas ni con acotaciones interminables. Encuentra un equilibrio que te permita dar información sin distraer al lector.

Es lo que pasó con este fragmento de Aracnefobia, que la narración paralizaba mucho el diálogo.

―Siempre estaba ahí, aunque tú no pudieras notarlo. Siempre. También esa noche fatal. ―A la confusión emocional se le sumó la de los recuerdos.
Arrastró las palabras sin darse cuenta. Lo que decía cabalgaba a lomos de lo que iba recordando. Un incendio muy similar a aquel, aunque en una casa más grande y amplia: la mansión de Armeló. No quedó nada, solo un esqueleto carcomido por el fuego. Todo lo que hubo, erradicado. Y él entre sus restos, perdido, desorientado, como un títere de ataduras deshilachadas. Lo único que le quedó fue un vacío en el pecho, una última misión esbozada en silencio o quizás inventada. Dolor, venganza consecuente. Buscar al monstruo para acabar con él. Con ella. Aracne le miró con una sonrisa tan tierna como venenosa. De hiel, gélida y amarga.
―¿De verdad? Entonces gracias por no impedirlo. Quién sabe, quizás en el fondo lo deseabas.

Primera versión de ‘Aracnefobia’

El de los verbos dicendi rebuscados

Una de las ventajas de usar verbos dicendi es que el lector los pasa por alto. Estamos tan acostumbrados al “dijo”, “contestó”, etc. que no reparamos en ellos y la lectura fluye. Así que cuando utilizamos continuamente verbos menos comunes nos llama la atención y se pierde ese efecto.

Por ello, lo recomendable es apoyarnos en los más habituales e intercalarlos con no dicendi para no repetirlos con frecuencia. Solo usa estos verbos cuando el matiz sea necesario.

En el siguiente fragmento verás algunos de estos verbos, que en la versión final ya no aparecen.

—¿No vais a ir tras él? —inquirió la Papisa […].

—No lo estamos —reconoció Harpo.

[…]

—Ha sido estupendo verte de nuevo otra vez —intervino Chico.

—Ahora me da hasta pena —apuntó Harpo dándose media vuelta.

[…]

—¡Ja! ¿Se puede saber qué estás diciendo? —replicó Chico.

Primera versión de ‘Viajar en el tiempo es fácil… ¡si sabes cómo!’

El de contar, no mostrar

Aunque contar en lugar de mostrar puede ser efectivo si se utiliza bien este recurso, no es lo habitual. Un escritor novel tenderá a resumir la información en lugar de tomarse su tiempo para que el lector viva esa escena.

Tiene más fuerza si, en lugar de contar cómo es el personaje, lo muestras. En lugar de decir que X está nervioso, en las acotaciones o la narración muestra que da golpecitos en la mesa, que mueve el pie sin parar, etc. Cala más en el lector, al ser visual, que si simplemente se lo indicas.

Como vemos a continuación, en lugar de decir que el relojero inquiere impaciente, lo mostramos limpiando una y otra vez sus relojes. Además, da el matiz de que hace caso a medias, que quiere mostrarse ocupado y que se marche como sea.

Primera versión:

—¿A qué te refieres, niño? —inquiere el relojero, impaciente.

 

Versión final:

—¿A qué te refieres? —inquiere él, mientras saca de su delantal un paño. Comienza a frotar una de sus obras.

‘Cuando recupere la esperanza’

El de sin acotaciones

Muy parecido al primero de los errores en diálogos, en este caso nos enfrentamos a un montón de intervenciones sin una sola acotación ni narración. De esa manera se pierden matices, sobre todo de la gestualidad y la proxemia de los personajes.

Asimismo, el lector tiene la sensación de estar ante una obra de teatro. Para evitarlo, incluye frases cortas de narración y acotaciones que indiquen las interacciones de los personajes con el escenario. Si quieres no interrumpir las frase, contextualiza antes y después de los parlamentos, como en el ejemplo.

Cojo la túnica de algodón que tengo abajo del todo de mi pequeño montón de ropa y oigo a mi hermano tomar aire en un bostezo.

—¿Bri?

—Dime.

—¿No es muy temprano?

—No puedo dormir más.

—¿Lo has intentado?

—No tengo sueño.

Le escucho bostezar de nuevo y luego mover su peso sobre el colchón, antes de incorporarse.

‘Legado de plumas’

El del bucle

He encontrado en muchos manuscritos que un personaje le pregunta algo a otro, pero como no contesta claramente, unas líneas por debajo lo vuelve a preguntar. Si es un recurso a propósito para indicar cómo evita el tema, está bien utilizado. Pero no es lo que he visto habitualmente.

Si tienes la necesidad de reformular la pregunta, es que el diálogo no funciona y entra en un bucle. Rehaz la respuesta para que conteste de manera directa, sin medias tintas.

Es lo que ocurrió en el fragmento que vemos a continuación. Briana le pide dos veces la misma frase, así que se entraba en bucle.

—Vete.
—¿Qué? —Es el enfado de su voz el que me hace quedarme quieta. Esa nota tan discordante en la voz cálida de Arlen.
—Que te vayas. Ahora o nunca. ¿No era lo que querías?
—No voy a irme sin ti.
—Entonces serás la siguiente. Lo hicimos como querías y salió mal.
—Puedo sacarte de aquí. Podemos…
—No. No puedes hacer nada, Briana.
—¡Arlen! —Solo al escucharme noto cómo se me quiebra la voz. Él resopla. Su enfado duele.
—[…] Corre. Vete. Ahora o nunca.
—No voy a irme sin ti.

Primera versión de ‘Legado de plumas’

El del infodump

En ocasiones, por no quedarnos cortos y que todo se entienda, damos demasiada información y todo muy masticadito.

Elimina toda la información redundante y aquella que no quede implícita en el subtexto de la escena. No presupongas que tu lector no entenderá el mensaje si no se lo dices de manera literal.

En el siguiente fragmento, el personaje que habla va de lo general a lo concreto. Es mucho más efectivo que concrete directamente y no que repita dos veces la misma información con distintos niveles de detalle.

—Exacto. Una vez hemos superado la etapa más difícil, que es encontrar un manuscrito original o lo suficientemente antiguo que me permita llegar hasta su autor, solo tengo que limitarme a observar su entorno, sus ropajes, las personas que le rodean si hay alguna… He visitado muchos cafés tan solo rozando los libros de los autores que se reunían en ellos para escribir.

Primera versión de ‘Cuando recupere la esperanza’

El del monólogo

Llegamos al clímax y el malo malísimo tiene que explicarnos todo lo que ha hecho en la novela mientras nosotros acompañábamos al protagonista. Y se tira hablando tres páginas (por delante y por detrás) contando con pelos y señales todo su plan malvado.

Aparte de ser un cliché horroroso, paralizas la trama. Si fuese una obra de teatro, tendrías al malo haciendo un soliloquio y el resto del escenario desaparecería en la mente del lector. Pero no lo es. Necesitas que los demás personajes que están en escena intervengan, que se mueva, que interactúen de alguna manera.

Así que, cuando tengas la necesidad de que un personaje hable sin parar y no haya forma de evitarlo, intercala parlamentos de otros personajes, apóyate en la narración y las acotaciones… ¡Que en la vida real no dejaríamos a nadie hablar tanto rato sin interrumpirlo ni desconectar!

—¿Por qué nos ha tenido que tocar un villano de James Bond? —Bajé los brazos. Comenzaba a estar muy harto.

‘Viajar en el tiempo es fácil… ¡si sabes cómo!’

 

Como ves, la solución en la mayoría de errores en diálogos en la misma: encontrar un equilibrio y no paralizar la trama. Al final, como en todo, es una cuestión de práctica. También te ayudará mucho leer en voz alta para comprobar si está todo correcto y si las intervenciones fluyen como deberían.

Errores en diálogos que nos traen de cabeza

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Author

1990, Barcelona. Cofundadora de Literup. Licenciada en Periodismo, con un máster en Escritura Creativa. Editora en Literup Ediciones. Autora participante y editora de 'La isla del escritor'.

3 Comments

  1. Excelente artículo. Desconocía el nombre de Infodump, para aprovechar el diálogo para dar explicaciones al lector cuando no se ha sabido dónde ponerlas. Yo lo llamaba “el amante en el armario”, refiriéndome a esos diálogos en los que uno suelta esa explicación que el personaje interlocutor por supuesto conoce. ¡Saludos!

  2. Lo cierto es que ni recuerdo como acabé leyendo este artículo pero.. ¡qué gran descubrimiento! Me ha parecido muy interesante, los consejos creo que son de gran utilidad, en fin, te felicito. Un saludo y ánimo

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